UNA TRAGEDIA OCULTADA
La Amazonía un lugar mágico
por sus paisajes y su diversidad de flora y fauna, es lo que nosotros conocemos
o lo que nos han dicho siempre pero el pasado mes de marzo del presente año, se
conoció sobre la matanza entre miembros de la comunidad Taromenani[1]
y Waorani[2].
El trabajo que nos da a conocer
Milagros Aguirre y Miguel Ángel Cabodevilla[3]
ofrece a las personas que no han vivido la cotidianidad de la catástrofe, una
narración que permite comprender y aprender a partir de los hechos.. Estas
comunidades tratan de proteger su vida como las conocen a ellos no les interesa
las leyes, ellos tienen su propia forma de hacer justicia. Cuando se inició la
actividad petrolera en el Ecuador a inicios de los años 70s se produjeron
verdaderos genocidios que dieron lugar a la desaparición de pueblos como los
Tetetes y Sansahuaris, cuyos nombres solo han quedado en los campos petroleros.
La constitución ecuatoriana
le dedica un capítulo a los derechos de los pueblos y nacionalidades que se
compromete a conservarlos y precautelar sus derechos. La violación de estos
constituye un delito de etnocidio.
La sociedad ecuatoriana se ha
mostrado poco interesada y con insuficientes reacciones ante esa tragedia. Dirigentes
de la organización waorani Nawe admitieron, desde un inicio, el linchamiento, pero
fueron rebatidos por la Fiscalía y el Ministerio de Justicia; advertidos, además,
con un eje de amenaza. Medios de comunicación le dedicaron, por algunos días, algún
interés a la noticia, pero sin llegar a una investigación de profundidad.
Cabodevilla lleva el
lector, con numerosos detalles del día a día del macabro mes de marzo 2013, a
la matanza de los Taromenani, con también la ironía de la “presunta” y del
“quizás”: la masacre legalizada, ¿que nunca existió? Y antes de la tragedia,
demostrando cómo la dinámica era casi previsible con una atenta y documentada
lectura antropológica de estos pueblos “ocultos” y “des-protegidos” por el
Estado.
Estos grupos necesitan de un
apoyo son víctimas de todo lo que nosotros conocemos como desarrollo, ellos
están sentados sobre el oro negro que nosotros utilizamos para las carreteras,
para la salud ¿pero a que costo?, al de tener grupos de personas desprotegidos
que necesitan ser escuchados y que nadie hace algo por ellos, y ahora con el plan
B del Yasuní que les espera ¿Cuál será el futuro de estos pueblos?, y porque no
empezar a preguntarnos como terminaremos nosotros.
Autor del Libro: Miguel Ángel
Cabodevilla.
[1]
Pueblo aborigen no
contactados de la Amazonía ecuatoriana.
[2]
Algunos viven alejadas de
las estaciones petroleras y realizan actividades como la caza y la
agricultura. Pero muchas otras sí viven
en los alrededores de los campos de petróleo y trabajan para esas empresas.
[3] Miguel
Ángel Cabodevilla es
vasco, aunque no heredó la lengua euskera, con ojos azules como zafiros y barba
clara. Es enérgico para reclamar por las muertes del huaorani Ompure y de los
taromenane, en marzo. Lo hace con la autoridad que le da su experiencia de 13
años de convivencia con indígenas en la selva de Sucumbíos y Orellana, de 29
años dedicados a la protección de los pueblos vulnerables dentro y fuera del
Yasuní, como misionero capuchino, como sacerdote del Vicariato de Aguarico,
como seguidor del obispo Alejandro Labaka.
Figura 1. Funerales
de Ompure y Buganey, 5 de marzo de 2013.
Figura
2. Penti y Tepa en la marcha por la paz, frente a la
Fiscalía.