sábado, 2 de noviembre de 2013

UNA TRAGEDIA OCULTADA
La Amazonía un lugar mágico por sus paisajes y su diversidad de flora y fauna, es lo que nosotros conocemos o lo que nos han dicho siempre pero el pasado mes de marzo del presente año, se conoció sobre la matanza entre miembros de la comunidad Taromenani[1] y Waorani[2].
El trabajo que nos da a conocer Milagros Aguirre y Miguel Ángel Cabodevilla[3] ofrece a las personas que no han vivido la cotidianidad de la catástrofe, una narración que permite comprender y aprender a partir de los hechos.. Estas comunidades tratan de proteger su vida como las conocen a ellos no les interesa las leyes, ellos tienen su propia forma de hacer justicia. Cuando se inició la actividad petrolera en el Ecuador a inicios de los años 70s se produjeron verdaderos genocidios que dieron lugar a la desaparición de pueblos como los Tetetes y Sansahuaris, cuyos nombres solo han quedado en los campos petroleros.
La constitución ecuatoriana le dedica un capítulo a los derechos de los pueblos y nacionalidades que se compromete a conservarlos y precautelar sus derechos. La violación de estos constituye un delito de etnocidio.
La sociedad ecuatoriana se ha mostrado poco interesada y con insuficientes reacciones ante esa tragedia. Dirigentes de la organización waorani Nawe admitieron, desde un inicio, el linchamiento, pero fueron rebatidos por la Fiscalía y el Ministerio de Justicia; advertidos, además, con un eje de amenaza. Medios de comunicación le dedicaron, por algunos días, algún interés a la noticia, pero sin llegar a una investigación de profundidad.
Cabodevilla lleva el lector, con numerosos detalles del día a día del macabro mes de marzo 2013, a la matanza de los Taromenani, con también la ironía de la “presunta” y del “quizás”: la masacre legalizada, ¿que nunca existió? Y antes de la tragedia, demostrando cómo la dinámica era casi previsible con una atenta y documentada lectura antropológica de estos pueblos “ocultos” y “des-protegidos” por el Estado.
Estos grupos necesitan de un apoyo son víctimas de todo lo que nosotros conocemos como desarrollo, ellos están sentados sobre el oro negro que nosotros utilizamos para las carreteras, para la salud ¿pero a que costo?, al de tener grupos de personas desprotegidos que necesitan ser escuchados y que nadie hace algo por ellos, y ahora con el plan B del Yasuní que les espera ¿Cuál será el futuro de estos pueblos?, y porque no empezar a preguntarnos como terminaremos nosotros.   

Autor del Libro: Miguel Ángel Cabodevilla.




[1] Pueblo aborigen no contactados de la Amazonía ecuatoriana.
[2] Algunos viven alejadas de las estaciones petroleras y realizan actividades como la caza y la agricultura.  Pero muchas otras sí viven en los alrededores de los campos de petróleo y trabajan para esas empresas.
[3] Miguel Ángel Cabodevilla es vasco, aunque no heredó la lengua euskera, con ojos azules como zafiros y barba clara. Es enérgico para reclamar por las muertes del huaorani Ompure y de los taromenane, en marzo. Lo hace con la autoridad que le da su experiencia de 13 años de convivencia con indígenas en la selva de Sucumbíos y Orellana, de 29 años dedicados a la protección de los pueblos vulnerables dentro y fuera del Yasuní, como misionero capuchino, como sacerdote del Vicariato de Aguarico, como seguidor del obispo Alejandro Labaka.
                                Figura 1. Funerales de Ompure y Buganey, 5 de marzo de 2013.



                                Figura 2. Penti y Tepa en la marcha por la paz, frente a la Fiscalía.